Lo que se siente al ser la "persona gorda del avión"

 ¡Amigos y amigas, prepárense para un viaje cómico en las alturas! Hoy vamos a hablar sobre lo que se siente al ser una persona gordita en un avión. Sí, ese lugar maravilloso y estrecho donde todos nos amontonamos como sardinas enlatadas. ¡Así que ajusten sus cinturones y prepárense para reír... o llorar!

En primer lugar, permítanme decirles que los asientos de avión no fueron diseñados pensando en personas con curvas exuberantes. No, señor. Parece que los ingenieros olvidaron que algunas personas tenemos traseros y caderas que no entran en los tamaños estándar. Así que ahí estás tú, tratando de acomodar todo tu esplendor en un espacio del tamaño de un chicle. ¡Buena suerte!

Una vez que finalmente logras encajar en el asiento, comienza la aventura de intentar abrocharte el cinturón de seguridad. Ah, el cinturón de seguridad, ese artilugio de tortura diseñado para recordarte que tu cuerpo no se ajusta al molde que ellos tenían en mente. Luchas, estiras, te contorsionas en formas inimaginables hasta que, finalmente, logras engancharlo. ¡Victoria! Y si no te toca enfilar el pasillo de la vergüenza para solicitar un alargador a la azafata. 

Y luego viene el momento en que el pasajero de adelante decide reclinar su asiento. Es en ese preciso instante cuando tu espacio vital se reduce a la nada. Tus rodillas se encuentran con el respaldo del asiento delantero, tus piernas se sienten como pretzels gigantes y tu cara queda prácticamente en el regazo del desconocido que tienes delante. 

Pero no todo es desesperación y angustia en el avión. Hay momentos hilarantes también. Como cuando el carrito de las bebidas viene por el pasillo y te das cuenta de que el vaso de plástico parece más un juguete de muñecas en tus manos. O cuando tratas de abrir la mesita plegable y descubres que no hay suficiente espacio para tu barriga. ¡Ups!

Y no podemos olvidar las miradas y susurros discretos de los pasajeros que te rodean. Como si fueras el fenómeno de circo del avión. ¡Oh, mira! ¡Es una persona gorda en fuera de su hábitat natural! Es raro que no te resoplen al descubrir que les ha tocado sentarse a tu lado en el avión. ¡Mala suerte colega! 

En conclusión, ser una persona gordita en un avión puede ser toda una experiencia cómica. Desde lidiar con los asientos estrechos hasta los cinturones de seguridad rebeldes, es un desafío que solo aquellos con un buen sentido del humor pueden apreciar plenamente. Pero recuerda, sin importar tu tamaño, todos merecemos disfrutar de los viajes y los destinos emocionantes. Así que, ¡a volar alto y a reír aún más fuerte! ¡Buen viaje a todos!

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