El último caso de bulling en el cole. ¿Qué no diferencia?

 No creo que sea necesario poneros en antecedentes porque es una noticia muy mediática. Un niño es denigrado por su aspecto durante su estancia en un campamento escolar de verano. Los niños de su grupo le cantan un "peculiar cumpleaños feliz" especialmente dedicado a su apariencia física. "Foca" y "gordo" son algunos de los apelativos cariñosos de sus compañeros que, parece ser, llevan meses mofándose del chico. Si bien ahora la escuela intenta echar balones fuera diciendo que no ha sido en el ámbito lectivo es de extrañar que, siendo compañeros, se les haya ocurrido ahora. Puedes leer más datos sobre esta triste noticia en este artículo del El Mundo.

Bien, yo he sido una niña gorda. Entiendo esta situación. Me llamaban "gorda" días sí, día también. En el cole, en la urbanización, en el pueblo durante el verano. Así que conozco esos niños que con un cierto aire de superioridad se inventaban motes y apodos jocosos a base de menospreciar mi aspecto. He de decir que todos eran hirientes aunque los niños no eran especialmente originales porque se repetían hasta la saciedad. Uno de los que más escuché fue "La mamuth". ¡Ni puñetera gracia me hacía! Claro, no me enfrentaba a ellos, intentaba ignorarlos peor me dolía el alma. Y cuando cambiabas de entorno era más de lo mismo. La diferencia entre Izan y los gordos mayores es que no teníamos un móvil para demostrar estas situaciones y callabas. No querías más broncas así que generabas una coraza más grande incluso que la capa de grasa y hacías ver que no te importaba. Pero seamos sinceros. Un niño de 11 años por mucho que intente ignorar estas situaciones no tiene la madurez mental para enfrentarse a este problema solo. No lo tenía entonces y no lo tiene ahora. 

Tras la emisión de las imágenes, que viralizó el hermano del menor, se consiguió un río de solidaridad entre anónimos y famosos. Y me parece bien. Pero no olvidemos que hay más Izan. Muchos más. Millones. En aulas, parques y actividades extraescolares. Compañeros de colegio o niños de la piscina pública. Y esos niños no tienen respaldo de ningún tipo. 

Más allá de buscar culpables en este caso concreto, pensemos que este tipo de actitudes nacen de casa. De comentarios inocuos, de pequeñas acciones. Incluso esas pequeñas cosas van calando en los infantes que arramplan con la crueldad de un elefante para cargar contra el débil, más aún si van en manada. 

Estoy segura que solucionar el acoso no es fácil. Ni desde casa, ni desde el colegio. Que es un trabajo complicado y que a veces escapa a los poderes sobre naturales de las madres pero lo que sí tengo claro es que lo de Izan no es un caso aislado. Lo sé porque en los 90 lo viví en propias carnes y a día de hoy seguimos en el mismo punto sólo que más hiriente, más absurdo y más viral. 

Deseo que Izan no quiera dejar de vivir, pero también quiero que no haga falta este tipo de cosas para que las nuevas generaciones se den cuenta del ridículo que hacen con este tipo de acciones. ¡Stop Bulling! No se puede juzgar a nadie por su cuerpo pero menos aún a un niño en pleno desarrollo. ¡Estamos todos locos!

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