La bici estática

 A Dios pongo por testigo que no me vuelve a pillar un confinamiento sin hacer ejercicio. O al menos eso me he dicho a mi misma aunque la verdad es que eso fue antes de que Filomena entrara en nuestras vidas. Lo que viene a ser elegir entre hacer la compra y acabar en el hospital con una pierna rota o quedarte en casa y vivir de las sobras y congelados que muy inteligentemente robé en tuppers en Navidad. Eso es subsistencia de guerrilla. No es lo mejor y Endocrino Macizo no lo aprobaría pero es lo único que nos queda a lo pocos insensatos que aún queremos conservar los miembros intactos. 


En un momento de claridad después del confinamiento decidí tener herramientas en casa para poder sobrevivir al encierro de varios días si volviera a darse pero no esperaba que fuera porque Madrid se convirtiera en Siberia. Pero es con lo que tenemos que trabajar así que fue una buena excusa para quitar el árbol de Navidad que, por primera vez no llega a Marzo, del salón y subir la bicicleta estática que también robé (aunque antes que los tuppers) del hogar de mis progenitores

La bicicleta vivía desde los 90 en la terraza. Es decir, su peculiar color blanco ahora es tirando a amarillo, y algunas de sus partes no vitales dejaron de funcionar por el sol el frío o la lluvia como la pantalla que marca los kilómetros recorridos o las calorías quemadas. Se supone que las pulseras de ejercicio de ahora urden hacer  mejor esa función así que para mi era totalmente funcional. Pero amigos ¿Sabéis lo que duele el culo al sentarse en estos aparatos de tortura? ¡Ojo! Que ahora he visto que hay Cecotec que tienen en lugar de sillín auténticos sofás y además puedes incluso enganchar una tableta para ponerte algo motivación al o en su defecto una serie de Netflix pero la mía no. La cosa es que según vi el sillín me dio una alegría porque parecía bastante grande para apoyar bien el culamen pero no vi venir los efectos secundarios en forma de dolor de coxis durante tres días desde su uso. 

Las bicicletas estáticas no son aparatos amables. Primero por sus monstruosas dimensiones. Incluso las plegables para un piso pequeño son un imposible, pero como somos muy suicidas tiramos para adelante a lo loco y que sea lo que Dios quiera. El principal objetivo ¡Qué digo principal! ¡EL ÚNICO objetivo era que no se convirtiera en un gabán donde apoyar la ropa para que se seque o para ser doblada porque lo que menos quiero es más mierda en mi vida. Marie Kondo sufriría un colapso al entrar en mi mini salón poblado por todos los estereotipos de porquería que hay en el mundo unos encima de otros. Así que me dispuse a estrenarla a lo grande con lo que para mi era una sesión de paseo moderada y adaptada a si capacidades atléticas actuales. Es decir, media hora sin mucho esfuerzo. Elegida la serie en la tele para marcar esa media hora le di al play del mando y del ejercicio. Cual fue mi sorpresa al darme cuenta de que los minutos no pasaban y a pesar de tenerlo en una resistencia perruna a los 5 minutos quería pedir la eutanasia. En ese momento empezó el dolor de culo.

A este factor le siguió una serie de movimientos terribles, espasmos y cambios de postura imposibles para intentar aguantar esa media hora. Me apoyaba en la barra con función de remo (que por supuesto nunca usé), me levantaba un poco como si fuera una clase de spinning, me recolocaba las carnes en el generoso sillín y a los 10 minutos incluso intenté la desafiante hazaña de poner un cojín para intentar aminorar la tortura a los glúteos. Las piernas, bien, gracias, no había mucha novedad en ese aspecto pero amigos, el dolor de culo mutó a dolor de espalda y poco a poco a dolor de alma.

A la media hora me bajé del potro de tortura como sacada de una película del Oeste, sólo me faltaban las pistolas para desafiar a Clint Eastwood. Y se supone que mi rutina de encierro requería elevar el tiempo de exposición a ese aparato hasta lograr llegar a la hora de ejercicio. No pasa nada. Miré en ese momento con ilusión mi pulsera de ejercicio. Día al botón de muestra de actividad y calorías quemadas y ... ¡¡SOLO 150 CALORÍAS!! Vamos una mierda que buscando el mando por el salón o limpiando el polvo hago lo mismo pero sin sufrir estas penurias. 

En fin, sólo para que os quedéis tranquilos, tres días después el dolor de culo persiste justo en los carrillos laterales. Para sentarme pongo posturas dignas de una reina de Instagram que no son elegantes para nada, más bien rozan lo ridículo. Pero no cejaré en mi empeño. Si consigo que esta rutina vaya a mejor lo mismo invierto en una máquina de verdad de esas con sofá para el culamen y entonces si glúteos serán dignos de The Titan Games y no del Sillón Ball. 

Os mantengo informadas. 

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